Espía y traidor (Edición mexicana) by Ben Macintyre

Espía y traidor (Edición mexicana) by Ben Macintyre

autor:Ben Macintyre
La lengua: spa
Format: epub
editor: Planeta México
publicado: 2022-03-16T19:02:50+00:00


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El señor Collins y la señora Thatcher

La Dama de Hierro sentía debilidad por su espía ruso.1

Margaret Thatcher no había conocido nunca a Oleg Gordievski. No sabía su nombre y se refería a él, inexplicable e insistentemente, como «señor Collins». Sabía que espiaba desde la embajada rusa, le preocupaba la carga personal a la que se hallaba sometido y creía que podía «desertar en cualquier momento». Si eso ocurría, insistía la primera ministra, había que ocuparse adecuadamente de él y su familia. El agente ruso no era un simple «proveedor de información», sino una figura heroica y medio imaginaria que trabajaba por la libertad en condiciones de peligro extremo. Los informes de Gordievski llegaban a Thatcher a través de su secretario privado, numerados y clasificados como «Alto secreto y personal» y «Ojos Reino Unido A», lo cual significaba que no debían ser compartidos con otros países. La primera ministra los consumía con avidez: «Los leía palabra por palabra, anotaba y formulaba preguntas, y los documentos volvían con sus marcas, subrayados, signos de exclamación y comentarios». En palabras de su biógrafo, Charles Moore, a Thatcher «le entusiasmaban el secretismo y el romanticismo del espionaje», pero también era consciente de que el ruso estaba suministrando información política de singular importancia: «Los partes de Gordievski [...] le explicaban, más que ninguna otra información, cómo reaccionaban los líderes soviéticos a los fenómenos occidentales y, de hecho, a ella misma». El espía abrió una ventana al pensamiento del Kremlin por la cual Thatcher miraba con fascinación y gratitud. «Probablemente ningún primer ministro británico ha seguido el caso de un agente británico con tanta atención como la señora Thatcher dedicó a Gordievski.»

Mientras el espionaje británico buscaba a Koba, la KGB trabajaba duro para intentar que Thatcher perdiera las elecciones generales de 1983. Para el Kremlin, Thatcher era la Dama de Hierro —un apodo que pretendía ser un insulto del periódico del Ejército soviético que lo acuñó pero que a ella le gustaba— y la KGB había tomado «medidas activas» para erosionarla desde que subió al poder en 1979, entre ellas la publicación de artículos negativos escritos por periodistas simpatizantes. La KGB seguía teniendo contactos en la izquierda y Moscú se aferraba a la ilusión de que podría condicionar las elecciones a favor del Partido Laborista, cuyo líder, al fin y al cabo, todavía figuraba en los archivos de la organización como «contacto confidencial». En un interesante presagio de los tiempos modernos, Moscú estaba dispuesta a utilizar el juego sucio y las interferencias ocultas para decantar unos comicios democráticos a favor de su candidato predilecto.

Si los laboristas hubieran ganado, Gordievski se habría hallado en una posición verdaderamente extraña: proporcionando secretos soviéticos a un gobierno cuyo primer ministro antaño había aceptado gustosamente dinero de la KGB. Al final, la vieja encarnación de Michael Foot como el agente BOOT siguió siendo un secreto celosamente guardado; los esfuerzos de la KGB por influir en las elecciones no tuvieron el menor efecto y, el 9 de junio, Margaret Thatcher cosechó un triunfo aplastante respaldado por la victoria en las Malvinas el año anterior.



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